miércoles, 11 de septiembre de 2013

Solo Quisiera Despertar



                Las pesadillas tienen la contemplación de ser parte del inconsciente de uno, son despojos de los peores temores del alma que se ven reflejadas en imágenes tortuosas del lado más oscuro del corazón. En lo más profundo del ser uno desea que nunca se transluzcan en la realidad porque parecieran ser un sendero plagado de circunstancias que no lograrán ser superadas.
                Pero hoy no puedo hacerme merecedor de tal privilegio, lo que jamás hubiera deseado lo tengo que sufrir en carne propia sin la menor posibilidad de encontrarme en un estado soporífero. Todo aquel temor que siempre trate de esquivar se hizo presente y atacando de manera furtiva lo más profundo de mí ser. Estoy por demás convencido que hice todo lo posible porque esto sucediera, uno en su afán de querer conquistar sus más preciados logros comete errores por demás involuntarios, pero que terminan por derrumbar cualquier estructura que haya podido diseñar. Y ahora aquí me encuentro con mi vida pendiendo de hilos frágiles y que parecieran deshilacharse con cada segundo que pasa. Mis fuerzas, otrora turgentes y furiosas, se desploman cual castillo de naipes. Un ánima errante es el reflejo de mi alma y de mi persona. Me encuentro vagante por las calles de una ciudad que me desconoce y yo desconozco, pareciera ser otro el mundo que recordaba, ahora envuelto en penumbras y nieblas eternas.
                ¿Qué hice para merecer este dolor? ¿Qué hice para tener en mi espalda esta cruz, que en los primeros pasos que intento dar pareciera contener el odio y la bronca de la persona que mas amé? ¿Cuál es el escape de esto? Por favor Dios, despiértame de este lugar mísero y siniestro en el que no logro otra cosa que adentrarme más y más a cada momento que pasa. Pereciera ser ya demasiado tarde para hacerme cargo de mis errores y mis carencias, ya es tarde para redimirme de todos mis pecados. Pero no puedo soportar este dolor que me aqueja…
                Nunca pensé que pudiera amar tanto, nunca pensé que pudiera lastimar tanto a quién hizo de mi corazón su eterna posesión. Lo último que hubiera deseado era dañarla  y lo hice como solo un asesino de ilusiones podría hacer. Te imploro Dios, pídele el perdón que no me concedió, dile que mis penares son los ella, que los azotes que recibo son sus miradas distantes y ajenas. Ya nada puedo hacer, nada más que esta despedida. Estas palabras se perderán en el tiempo como se perdió todo lo que con ella quise tener.
                Si esta confesión no llega a sus manos, te ruego Dios que me permitas una última visita a su corazón, donde pueda decirle, dejando de lado los rencores por los cuales me detesta y de los cuales soy tan merecedor, que solo a ella quise amar, solo a ella quise escuchar, solo al lado de ella quise morir. Pero nada de esto podré lograr, por eso acá término con el recuerdo de su perfume, con el deseo de ver otra vez sus ojos iluminados por la más cálida de las luces que en su alma pude encontrar, por eso en mi cobardía termino mis días sin tenerla, sin acariciarla y sin poder decirle al cruzarse nuestras miradas cuanto la amaba, cuanto significaba para mí y lo mal que hice cada una de las cosas que intenté por ella. Ni siquiera en el recuerdo de mi cuerpo ya inerte lograré que encuentren virtudes de mi persona, pero espero que en el fondo de su alma pueda atesorar alguna bondad que por error haya podido inspirar.
                Este es el final que jamás hubiera creído, pero el que aquí me gano. Amé como nunca, nunca pude demostrarlo y ella jamás podrá saberlo.


 Esta carta fue encontrada dos días después de la muerte de Ignacio, fue colocada en el centro de una mesa preparada para dos personas pero que no tenía rastros de haber sido escenario de una cena. Su cuerpo yacía tieso, pálido y con rastros del tiempo transcurrido, pero su rostro reflejaba una tranquilidad como quién después de mucho tiempo logró conseguir esa paz que tanto anhelaba. Luego de intensas investigaciones no se logró dilucidar cual fue el método utilizado pada lograr tal final, pero la calma en la cual murió en ese cómodo sillón y con su cuerpo enfocado hacía esa ventana que permitía observar el infinito cielo, demostró para todos aquellos testigos de esta escena que su dolor había terminado, y de esa pesadilla, por fin había despertado.

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