Las pesadillas tienen la
contemplación de ser parte del inconsciente de uno, son despojos de los peores
temores del alma que se ven reflejadas en imágenes tortuosas del lado más
oscuro del corazón. En lo más profundo del ser uno desea que nunca se transluzcan
en la realidad porque parecieran ser un sendero plagado de circunstancias que
no lograrán ser superadas.
Pero
hoy no puedo hacerme merecedor de tal privilegio, lo que jamás hubiera deseado
lo tengo que sufrir en carne propia sin la menor posibilidad de encontrarme en
un estado soporífero. Todo aquel temor que siempre trate de esquivar se hizo
presente y atacando de manera furtiva lo más profundo de mí ser. Estoy por
demás convencido que hice todo lo posible porque esto sucediera, uno en su afán
de querer conquistar sus más preciados logros comete errores por demás
involuntarios, pero que terminan por derrumbar cualquier estructura que haya
podido diseñar. Y ahora aquí me encuentro con mi vida pendiendo de hilos
frágiles y que parecieran deshilacharse con cada segundo que pasa. Mis fuerzas,
otrora turgentes y furiosas, se desploman cual castillo de naipes. Un ánima
errante es el reflejo de mi alma y de mi persona. Me encuentro vagante por las
calles de una ciudad que me desconoce y yo desconozco, pareciera ser otro el
mundo que recordaba, ahora envuelto en penumbras y nieblas eternas.
¿Qué
hice para merecer este dolor? ¿Qué hice para tener en mi espalda esta cruz, que
en los primeros pasos que intento dar pareciera contener el odio y la bronca de
la persona que mas amé? ¿Cuál es el escape de esto? Por favor Dios, despiértame
de este lugar mísero y siniestro en el que no logro otra cosa que adentrarme
más y más a cada momento que pasa. Pereciera ser ya demasiado tarde para
hacerme cargo de mis errores y mis carencias, ya es tarde para redimirme de
todos mis pecados. Pero no puedo soportar este dolor que me aqueja…
Nunca
pensé que pudiera amar tanto, nunca pensé que pudiera lastimar tanto a quién
hizo de mi corazón su eterna posesión. Lo último que hubiera deseado era
dañarla y lo hice como solo un asesino
de ilusiones podría hacer. Te imploro Dios, pídele el perdón que no me
concedió, dile que mis penares son los ella, que los azotes que recibo son sus
miradas distantes y ajenas. Ya nada puedo hacer, nada más que esta despedida.
Estas palabras se perderán en el tiempo como se perdió todo lo que con ella
quise tener.
Si
esta confesión no llega a sus manos, te ruego Dios que me permitas una última
visita a su corazón, donde pueda decirle, dejando de lado los rencores por los
cuales me detesta y de los cuales soy tan merecedor, que solo a ella quise
amar, solo a ella quise escuchar, solo al lado de ella quise morir. Pero nada
de esto podré lograr, por eso acá término con el recuerdo de su perfume, con el
deseo de ver otra vez sus ojos iluminados por la más cálida de las luces que en
su alma pude encontrar, por eso en mi cobardía termino mis días sin tenerla,
sin acariciarla y sin poder decirle al cruzarse nuestras miradas cuanto la
amaba, cuanto significaba para mí y lo mal que hice cada una de las cosas que
intenté por ella. Ni siquiera en el recuerdo de mi cuerpo ya inerte lograré que
encuentren virtudes de mi persona, pero espero que en el fondo de su alma pueda
atesorar alguna bondad que por error haya podido inspirar.
Este
es el final que jamás hubiera creído, pero el que aquí me gano. Amé como nunca,
nunca pude demostrarlo y ella jamás podrá saberlo.
Esta carta fue
encontrada dos días después de la muerte de Ignacio, fue colocada en el centro
de una mesa preparada para dos personas pero que no tenía rastros de haber sido
escenario de una cena. Su cuerpo yacía tieso, pálido y con rastros del tiempo
transcurrido, pero su rostro reflejaba una tranquilidad como quién después de
mucho tiempo logró conseguir esa paz que tanto anhelaba. Luego de intensas
investigaciones no se logró dilucidar cual fue el método utilizado pada lograr
tal final, pero la calma en la cual murió en ese cómodo sillón y con su cuerpo
enfocado hacía esa ventana que permitía observar el infinito cielo, demostró
para todos aquellos testigos de esta escena que su dolor había terminado, y de
esa pesadilla, por fin había despertado.
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