jueves, 9 de junio de 2011

Intelectuales de amplio espectro

               En estas líneas intentaré reflejar un parecer que genera cierta inquietud en mi persona y que quisiera exponer ante cualquiera que pueda refutarlo con simples ideas de mucho más valor que los cientos de palabras que utilizaré con mi vago y pobre repertorio.
               Puedo seguir divagando en las cercanías de una eternidad que no conducirá a ningún lado por lo que creo más conveniente ubicarme en el tema que me invita a hacer ciertas reflexiones.
               En la pasada feria del libro se generó un debate con respecto al discurso de inicio, para el cual fue invitado Mario Vargas Llosa. Es sabida la inclinación de quien fue merecedor del Premio Nobel de la Literatura del año 2010, sin embargo, no voy a explayarme demasiado con respecto a sus ideales ya que no quiero hacer especial foco en este autor, sino que trataré de invocar un carácter más general. Pero todos estos sucesos que se suscitaron me llevan a establecer ciertas conclusiones.
               En base a eso creo observar que tenemos cierta fragilidad a la hora de ser críticos de aquellos que han demostrado algún talento, de cualquier género que el mismo tenga procedencia. Por todo esto recaemos en la falsa creencia que ante la mínima expresión o comentario emitido por estos, debemos rendirnos a sus pies y aceptar de manera absoluta, es más, consideramos casi de modo imperativo que debemos actuar en consecuencia de tales apreciaciones.
               Entonces, ¿que termina sucediendo? Estas personas (de las cuales en ningún momento se discute la gracia celestial que les ha permitido escribir magníficos libros, impecables obras musicales o hacer vibrar a un país entero dentro de un estadio) entienden ante la complacencia de sus fanáticos que todos sus dichos en la materia que fuera, son cuanto menos leyes divinas. Dependerá de la humildad o prudencia de cada uno de ellos y, en consecuencia, de su capacidad; que logren comprender que no forman parte de un Olimpo al cual solo podrán entregarse los sacrificios de una sociedad que en su seno esta carente de ideales y que  se ve liderada por cualquier populista de frases latentes.
   Vivimos en una eterna duda sobre nuestras capacidades, nos rendimos a los pies de tres palabras bien hilvanadas, nos subestimamos y humillamos en la honda creencia que nos inculcaron de aceptar que somos pobres almas a la expectativas de líderes siniestros montados en principios cuyos valores son provenientes de las bolsas mejor cotizadas pero jamás de una conciencia limpia y solidaria.
   Es por todo lo expuesto que tenemos que darnos la oportunidad de hacer nuestros propios juicios de las opiniones vertidas por todos aquellos que tienen acceso a cierta masividad o exposición pública. No formaremos parte de una horda de salvajes por discrepar en cuanto a las opiniones de Borges sobre la democracia, o de Vargas Llosa sobre las acciones de los gobiernos de turno. Al establecer nuestras propias conclusiones no estaremos mancillando la enorme obra de estos u otros magníficos artistas que han pisado este planeta, solo que no actuaremos como autómatas de conveniencia. Este análisis también nos permitirá darnos cuenta y divisar que no todo es mentira o verdad, deberemos hacer el esfuerzo de adentrarnos en mensajes interlineados, que en la subjetividad buscarán llevarnos a la deriva de pensamientos corporativos o simplemente de pensamientos erróneos o retrógrados. Ernesto Sábato en Uno y el Universo hacia una referencia a cierto accionar de los grandes genios de la historia y daba ejemplos concretos por los cuales demostraba que por la influencia de estas personas la civilización ha encontrado grandes avances, pero también por la terquedad y soberbia de estos mismos se podían producir retrasos de siglos por no aceptar teorías no surgidas de ellos mismos. También me parecen destacas los comentarios de Eduardo Galeano, donde pedía con profuso clamor, que no lo consideraran un intelectual, ya que desde su punto de vista esto implicaba establecer una separación entre la cabeza y el cuerpo.
             Hoy está definido que el universo de “intelectuales” está conformado por brillantes mentes ubicadas en un pedestal del cual solo somos míseros observadores y que debemos alabar con total obediencia y servilismo. Por eso debemos comprender que hasta en la divina providencia de algunas personas, las sombras pueden aparecer aunque sea en retazos que no opacarán ese fulgor destacado, pero que deben ser observadas aunque sea nomas para vislumbrar sus formas.