La jornada había sido
larga y desgastante, la caída del sol anunciaba el tan preciado cierre de una
elección que en los sueños parecía no verse tan alejada de la realidad. Los
últimos votantes sopesaban las duras miradas de las autoridades de mesa que en
su pensamiento reproducían cientos de agresiones hacia aquel pernicioso
engendro de los horarios electorales.
En
el abrir de las urnas se intuía que aún formaba parte una tarea que nos
requeriría el último rastro de fuerzas que a esas horas se podía presentar,
pero resultó ser más simple y rápido de lo que hubiéramos esperado. Los
resultados animaban el espíritu, las mesas no distaban demasiado unas de otras
en cuanto a los números que se plasmaban en las planillas, en el camino se oían
inocentes cargadas entre los fiscales de los distintos partidos pero solo para
matizar la ya entrada noche.
Conseguidas
las firmas de todos los presidentes de mesa, con sus disimiles estados de ánimo
ante tal requerimiento, solo restaba el saludo protocolar con el resto de los
fiscales y demás autoridades, en esa relación indefinible que se logra después
de pasar más de doce horas en un lugar.
Pero
todavía el cuerpo me ofrecía una tregua, permitiéndome de esta forma
encontrarme en el comité con una enjundia inesperada e impredecible ante la
ausencia de energías reales en mi cuerpo. La noche me deparaba otras emociones
distintas a las vividas en mis tres décadas.
La ceremonia
parecía inaugurarse con el levantar de la persiana que al menos esta vez no
tenía en sus intenciones traernos demasiadas complicaciones. La llegada de los
que habían fiscalizado acarreaba en sus rostros una intrépida mezcla de
cansancio, euforia, esperanza e ilusión que nos envolvía a todos en un bullicio
de voces inconexas que trataban de contar sus experiencias al mismo tiempo y
sin un orden lógico. El comité comenzaba a irradiar un brillo propio totalmente
independiente de las luces artificiales, fomentado en las energías de creer que
un partido centenario, al borde del abismo varias veces, que muchos decían
haber asistido a su funeral, figuraba nuevamente en la consideración de cientos
y miles de argentinos.
El televisor
acompañaba los festejos, sumando de manera continua noticias que generaban en
los espectadores risas, cánticos y demás motivos de algarabía. Una vez todos
presentes, unificada la información a través de las planillas electorales solo
nos restaba la última escala para conmemorar lo que para muchos significa el
comienzo de un nuevo espacio, de una nueva construcción y quien puede
contradecirme de manera fehaciente al decir que esto puede implicar el inicio
de una nueva etapa en nuestro país, descartando de manera fáctica esa aciaga
idea de creer que hay que destruir todo lo que se haya hecho pero con la firme
convicción que se sustenta en saber que hay mucho por cambiar y por hacer. Esa
escala que restaba era nuestra presencia en el bunker designado para la lista
ganadora y hacia allí nos dirigimos, de la manera que podíamos, con los medios
que estaban al alcance pero sabiendo que el final del día nos tenía que
encontrar allí.
Los cánticos de la
Cantera Popular y del Radicalismo me fueron guiando sin la necesidad de conocer
la correcta dirección a donde debía asistir, mucha gente se agolpaba en la
calle custodiada por los móviles de los distintos canales, los encuentros entre
los distintos integrantes de los comités, representados en abrazos con fuertes
palmadas en la espalda fomentaban la festividad reinante. La entrada se tornó
lenta por la gran cantidad de gente, en las escaleras los gritos de cancha
daban por bendecida la ceremonia que se direccionaba hacia un salón muy coqueto
pero en donde lo más destacable eran las distintas agrupaciones que con sus
diversas idolatrías sabían que el festejo era de todos.
La lluvia de
papelitos anunciaban a viva voz la presencia en el escenario de todos los
candidatos, el estallido de las gargantas en pos de sus favoritos generaban un
griterío imposible de clarificar, pero nada importaba, solo saber que el frente
que se había conformado, con la sumatorio de varios partidos y voluntades había
arrasado en la capital y todos nosotros éramos testigos y partícipes de eso.
Para ordenar tanto entusiasmo el locutor dio por iniciada
la presentación de los candidatos dándoles la posibilidad de comunicarse con
los militantes que tanto deseaban escuchar sus palabras después de la jornada
vivida. Ante los anuncios de cada uno se vislumbraba la exaltación de los
propios militantes tratando de elevar la figura del político al que han
acompañado en la campaña. Al cerrarse el acto con la alocución de la lista
ganadora la salida empezaba a demarcar el final de aquel gran día.
Mi cuerpo empezaba
a marcarme el cansancio, por lo que me vi en la obligación de cerrar la jornada
y retornar a mi casa con una profunda satisfacción por todo lo conseguido. El
correspondiente saludo fue la despedida de mis compañeros y la cercanía a la
parada de colectivo daban por hecho que aquel largo día ya debía ser recordado
como parte de mi pasado.
Habiendo pasado un par de días puedo sacar algunas
conclusiones distintas de las que se pueden escuchar en los diarios y en los
canales de televisión, algo más vinculado con lo que me pude llevar desde lo
personal, las experiencias escuchadas, las vivencias compartidas, los
sentimientos exultantes. Hay palabras, miradas y gestos que uno guarda de estas
experiencias y que te ilustran los momentos vividos. Entre los brindis que se
multiplicaban en el comité recuerdo frases tales como: “en el 2001 contabilizaba 5 o 6 votos para el radicalismo”, hoy
podemos hablar de mesas y mesas ganadas por la UCR. La ilusión se hizo presente
y se apoderó del espíritu de todos. En lo que a mí respecta fue la primera vez
que pude ver una elección desde el otro lado, siendo partícipe de la misma,
colaborando para un objetivo para el cual muchos de los chicos que forman el
Illia dedican horas, esfuerzo, creatividad y empeño, por lo que ellos merecen
festejarlo de verdad. Si desde mi pequeña participación me siento tan
reconfortado de lo obtenido, si desde mi reducida colaboración me siento parte
de esta búsqueda, de esta campaña y de esta elección, entonces, encontraré
multiplicada esta felicidad y esta esperanza de un mejor futuro en todos estos
compañeros del Illia que, con total merecimiento, pueden ver retribuido su
máxima dedicación en los resultados obtenidos y en el proyecto que se vislumbra
a futuro y en el que cada vez son más los que se quieren sumar.
Solo me resta
agradecer por formar parte de esto y en mi pequeña parcela, sentirme
gratificado pero sintiendo febrilmente que esto recién empieza y que el camino
por desandar es mucho, pero las ganas están más presentes que nunca.
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